Como va la política va la nación
Probablemente todos estemos
familiarizados con la frase popular “Como va Santiago va el país”, la cual refleja
el orgullo cibaeño de afirmar que lo que sucede en la hidalga de los 30
Caballeros influye determinantemente en el quehacer social, económico y político de toda la
nación dominicana.
De la misma manera, podemos
extrapolar esta frase, derivada de la norteamericana que reza “As general motors goes so goes the nation”
(Como va la General Motors va la nación), y construir la siguiente analogía: Como va la política va la nación. Esto porque la denominada democracia política determina y condiciona las microdemocracias económica y social.
Givoanni Sartori, en su
libro “¿Que es la Democracia?”,
plantea las cuestionantes siguientes: “¿cuál
es la relación entre democracia política, democracia social y democracia
económica?”, para inmediatamente contestar magistralmente diciendo que “Ocurre aquí que la primera es condición
necesaria de las otras”, es decir, las instituciones políticas definen las
instituciones económicas y sociales, por tanto, plantea Sartori “si no existe democracia en el sistema
político, las pequeñas democracias sociales y de fábrica (económicas) corren el
riesgo, a cada momento, de ser destruidas o amordazada”.
En las últimas décadas en
nuestro país, hemos visto como los principales partidos políticos han venido sufriendo
profundas crisis internas, precisamente por la falta de democracia interna y
transparencia en sus procesos institucionales, situación que ha provocado que
en la opinión pública exista hoy un consenso generalizado sobre la necesidad
impostergable de aprobar la tan discutida Ley de Partidos y otras normativas
que buscan normalizar el estado de inestabilidad que vive la partidocracia
dominicana. Más aún, hemos visto como poderes del Estado como el Legislativo se
ha visto en tela de juicio debido al manejo de determinados asuntos, como el
caso del contrato con la Barrick Gold, así como el tan sonado caso de los
tristemente célebres aviones Súper Tucanos, y otros más. De la misma manera, la
imagen del Poder Judicial no ha salido indemne de esta epidemia de debilidades
institucionales, y hemos visto como recientemente jueces han sido sometidos
formalmente ante la justicia por supuestamente negociar sentencias por dinero.
Sin embargo, no solo lo
político padece de esta especie de patología funcional, sino que la enfermedad
también se refleja en lo social y lo económico, pero el objetivo de este
artículo es enfocarnos en el ámbito que puede cambiar las cosas para bien, pues
este condiciona todo lo demás, LO POLÍTICO.
Ahora bien, autores como
Daron Acemoglu, plantean que las diferencias entre los países que alcanzan el
desarrollo y los que no, radica fundamentalmente en el establecimiento de instituciones políticas y económicas inclusivas o extractivas, y como estas a
su vez moldean, generación tras generación, un entorno social, económico y
político, propicio o negativo para el surgimiento de lo que se conoce como “destrucción creativa”, definido esto
último como la dinámica donde esquemas de negocios nuevos surgen constantemente
y reemplazan los existentes, dentro del marco de un modelo económico que estimula
y facilita el emprendimiento y premia el ingenio de los ciudadanos sin importar
su clase social.
Por todo lo anterior, si
queremos que la República Dominicana se encamine hacia verdaderos senderos de
institucionalidad y desarrollo, necesariamente tenemos que enfocarnos muy bien
en mejorar nuestras instituciones políticas, haciéndolas verdaderamente
inclusivas, garantizando así “la
participación y el pluralismo en las decisiones políticas y en la
administración de los asuntos colectivos” ; PERO, sin populismo, sin circo,
y estando muy conscientes de que estas instituciones constituyen los órganos
vitales de nuestra democracia.
Como reflexión final,
debemos recordar que las debilidades de nuestras instituciones políticas no
surgieron de manera espontánea, sino a través de siglos de interrelación entre
numerosos procesos sociales cuyas causas pueden ser rastreadas hasta los
primeros modelos de administración y gobierno establecidos en la época
colonial. Por tanto, debemos tener la madurez necesaria para saber que el
cambio se gestiona, creando incentivos adecuados para que los actores, TODOS,
empujemos en una misma dirección hacia la síntesis social que ha de devenir.
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