Guerra Mundial COVID-19

 


Por Hernán Paredes

A principios de año, un peligroso enemigo inició una invasión a escala global cambiando el mundo como lo conocíamos. Ya nada volverá a ser igual y las repercusiones reales todavía están por verse. La pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2, mismo que produce la enfermedad infecciosa denominada COVID-19, desató una verdadera lucha planetaria para salvar vidas humanas; sin embargo, se contabilizan ya más de un millón de muertos y más de 37 millones de infectados.

Mucho ha sucedido desde el anuncio público de los primeros casos en diciembre del año 2019 en la ciudad de Wuhan en China, desde el descubrimiento de posibles evidencias de casos anteriores a esa fecha, la politización de la pandemia en países como los Estados Unidos de Norteamérica, hasta el tortuoso aprendizaje para lidiar con la enfermedad y como tratarla, así como las estratégicas para retardar su propagación mediante el distanciamiento físico y otras medidas.

Sin embargo, uno de los problemas mayores de los derivados de la crisis sanitaria, además del impacto económico en todo el mundo, lo ha sido otra pandemia terrible que se desató paralelamente a la primera, la pandemia de las noticias falsas (fake-news), la epidemia global de desinformación que se ha construido alrededor.

Esta epidemia global de desinformación advertíamos junto a otras voces e instituciones versadas sobre la problemática, desde marzo pasado, era más peligrosa que la propia enfermedad de salud, pues la misma dificulta que las personas sigan solamente las instrucciones autorizadas basadas en ciencia, creándose también una crisis de confianza en contra de las entidades autorizadas en la materia.

La misma Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo internacional creado para articular esfuerzos para hacer frente a este tipo de amenazas, ha estado recibiendo críticas injustas producto de la mala calidad de la información que llega a las personas que buscan información a través de otras fuentes no confiables, a pesar de esfuerzos de Google, Facebook, Twitter y otras empresas, en priorizar, clasificar y ordenar información veraz para los usuarios.

Recientemente, un representante de la OMS (el doctor David Nabarro) dijo “apelamos a todos los líderes mundiales: dejen de utilizar el confinamiento como su principal método de control de la pandemia”, y nuevamente la entidad recibe la embestida de personas que parece no  han entendido que la OMS se maneja en base a un protocolo que cambia o se adapta según evoluciona la crisis, y que por tanto, incorpora aprendizaje y nuevas variables a considerar que van surgiendo. 

No se equivoquen, conviviremos con este virus aproximadamente dos años, por lo que debemos evitar un colapso económico que agravaría la capacidad de enfrentar la propia crisis de salud, algo que la OMS viene señalando coherentemente, pero también, como dice el propio director del organismo, Adhanom Ghebreyesus, "llegado cierto punto, no hay otra cosa que hacer que dar órdenes de quedarse en casa para ganar tiempo y usarlo para elaborar planes, preparar a los trabajadores sanitarios y mejorar los test".

Por lo pronto, el reto actual está en lograr el desarrollo de la vacuna en tiempo record, además de asegurar su distribución equitativa a todo el mundo, tanto países ricos, como pobres; sin embargo, existen riesgos de nacionalización de estas vacunas, reflejando comportamientos egoístas de países, algo que vimos meses atrás con el acaparamiento de medicamentos, instrumentos e insumos sanitarios. 

Algo me queda muy claro de todo lo sucedido hasta ahora, y es que después de esta 

Guerra Mundial Covid, debemos prepararnos mucho mejor para el futuro,  algo parecido a lo que ocurrió después a la II Guerra Mundial con la creación de las Organización de las Naciones Unidas (ONU), para evitar otras catástrofes bélicas de impacto mundial, por lo que me permito usar esta analogía para justificar dedicar esfuerzos de igual magnitud para prevenir otras catástrofes de salud.

El mayor aprendizaje que deberíamos sacar de todo esto es precisamente el de que tenemos que fortalecer a la Organización Mundial de Salud (OMS), debemos darle más poder de acción dentro de los países para monitorear epidemias, así como concederle campo de acción para actuar con oportunidad una vez detectado algún  potencial riesgo, debemos dotarle de recursos adecuados para mejorar entre otras cosas, los sistemas de información y el desarrollo de investigación.

Con las pérdidas económicas globales de cifras astronómicas producto de la actual crisis sanitaria, nadie en su sano juicio cuestionaría destinar los recursos que sean necesarios para todo lo que estoy planteando, y además, hasta irnos un poco más allá en términos de prevención e invertir en el estudio de miles de virus presentes en animales salvajes que podrían tener el potencial de saltar a los humanos.

No podemos ver estas amenazas como países con intereses individuales, sino como especie, la humana; recordemos que todavía no existe una vacuna contra otra enfermedad respiratoria grave, el SARS, surgido en el 2002, dado que al controlarse la epidemia producto fundamentalmente de la suerte, entonces ya no había motivación para financiar la continuación de su desarrollo, cosa que si se hubiera terminado, habría contribuido con la necesidad actual.

“La mejor defensa contra los patógenos es la información” Yuval Harari



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